Mi coche pasó su última ITV, creo que con más felicidad que yo.
Yo, lo confieso, llego a mi reconocimiento médico,
con la veterana resignación
de quien va a la «Inspección Técnica de Viejos».
Todos tan amables, todo tan limpio,
levántese la camisa,
inspire así,
vaya allá,
¿nota esto?,
será solo un pinchacito,
avise cuando oiga el pitido.
Y tras pasar por todo el circuito,
no se preocupe caballero,
que le mandaremos a casa el veredicto:
Sobrepeso (allí me duele, me encantaría echarle la culpa a las botas, pero me temo que, lo que me pesa son las lorzas)
colesterol (vaya por Dios)
y si la vista, y si el oído…
También buenas noticias:
embarazado no estoy
y los triglicéridos y no-sé-qué-del-hematocrito están en su sitio.
Respiro, que no es poco.
La presión es adecuada.
El corazón late bien,
En mi caso no está contraindicado, seguir enamorado.
En resumen: soy ascensorista, ascensorista de guardia, «apto» por un año más, a su servicio.