Hay ascetas y músicos virtuosos. También, ¿por qué no?, ascensoristas empeñados en el camino de la virtud.
Contra el vicio de averiar la virtud de reparar.
Contra el vicio de abandonar la virtud de mantener.
Contra el vicio de correr la virtud de avanzar.
Contra el vicio de arriesgar la virtud de asegurar.
Contra el vicio de toquetear la virtud de ajustar.
Contra el vicio del ego desmedido la virtud del trabajo en equipo.
Contra el vicio de intervenir sin saber la virtud de saber intervenir.
Yo soy uno de ellos, no de los ascensoristas virtuosos (conozco pocos), sino de los empeñados en serlo (que somos muchos). Soy, ya lo saben, ascensorista, ascensorista de guardia, a su servicio.