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Ascensorista de Guardia


Avería veraniega averiguada.

K1 y K2 ratéan,
como locos entran y salen esos contactores,
parpadea como posesa la luz de hueco,
la placa electrónica es un quiero y no puedo
y este ascensor,
todavía en fase de montaje
dice que así no avanza.

No sé si es hipo o estertor,
o la cachonda forma
en que la maniobra
se echa, a mi costa,
una carcajada macabra.
Así que,
para evitar mayores males
quito corriente
para indagar la causa de este desasosiego.

A falta de un esquema en condiciones
no tengo más remedio que
tirar de hilos en la canaleta…

Uno de ellos, agazapado,
me lleva al protector de fases
que está haciendo algo raro.

¡Sí!, falla en una de sus entradas,
la fase T está encogida en su borna
sin hacer contacto.
¡Ay cabrona!
vaya horita más tonta
hasta que te he encontrado.

Avería averiguada, ahora ya podemos
dedicar la santa mañana
a ir cerrando con cristales el hueco
y ver si este montaje avanza.

Soy ascensorista, ascensorista de guardia
pasando el mes de agosto
con ganas de quitarme las botas
y ponerme chanclas.
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Un elefante en el ascensor…

Lo cierto, para qué vamos a engañarnos, es que tengo una de las mejores colecciones de errores profesionales que son ineludiblemente personales.

Al otro lado del cristal

Lo liso e impecable, dice Byung-Chul Han, constituye la seña de la identidad de la época actual: he aquí los rasgos, destaca con ironía, que tienen en común las esculturas de Jeff Koons, los teléfonos móviles y la depilación brasileña…

De yernos y suegras

Sé de esta historia apenas fragmentos sueltos.
Escrita rápida y, mucho me temo, a medias inventada,
trata de un hombre que se enamoró de una mujer.