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Ascensorista de Guardia


Érase una vez…

Cuentan nuestros mayores, no sé si es leyenda o verdad verdadera, que se hizo un concurso de ideas, en un gran edificio donde se acumulaban quejas por la lentitud de los ascensores. Se reunieron los más grandes sabios aportando sus propuestas: los informáticos proponían cambiar el algoritmo de gestión de llamadas, los mecánicos sustituir las máquinas, los electrónicos incorporar variadores de frecuencia,  el arquitecto remodelar el edificio, los gestores cambiar la configuración de plantas, los más ansiosos abrir las puertas de forma anticipada y, así  debatían y debatían sin ponerse de acuerdo sobre los costos y beneficios de cada propuesta.

La solución llegó por fin a iniciativa del viejo portero, que harto de sesudos debates y vecinales protestas puso una pequeña televisión portátil colgada en la cabina… se acabaron las quejas, se acabó la discusión y se acabó el problema.

Yo, ascensorista de guardia, sigo sin saber si esto es leyenda, o, quién sabe, verdad verdadera…

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Sí, pudiera ser enfado.

No lo sé
quizás sea desasosiego, sueño, el calor, quizás que el trabajo se atranca, que las averías se empecinan, que andamos de sobrecarga…

…día del padre.

Mi padre se llamaba José y le gustaba la carpintería  (que nadie se confunda, yo ni hago milagros ni me llamo Jesús).  Y, aunque resulte obvio, me apetece contar que todos los ascensoristas somos hijos de alguien y, en ocasiones, padres…

¿Por qué soy ascensorista?

Déjame que te cuente, ahora que me voy mostrando, por qué soy ascensorista. Me lo he preguntado en días buenos y en días malos…