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Ascensorista de Guardia


Mágica varita mágica

Hoy me han regalado una varita mágica, la he probado con el primer ascensor parado.

«Bidibidá bidibú»… tururú
«Abracadabra» … nada de nada
«Tirurí, tirurá» … ya no lo intento más

Al final hemos recurrido a las herramientas clásicas: maceta, llaves, cincel, destornillador, tijeras, alicates… y sí, así sí, el ascensor ya levita, y si le digo «sube», sube, y si le digo «baja», baja.

El regalo no lo he tirado. Es cierto que no me motiva, ni la zanahoria, ni el palo, ni la vara que golpea, ni la varita siquiera, sino el misterio de quien la regala.
No la maldición, ni el hechizo, ni encantamiento, ni sortilegio, sino el claroscuro encanto del gesto entrevisto.

Será espejismo, o truco, pero no renuncio a la ilusión. ¿Quién sabe?
quizás el mágico artilugio  no funcione con los ascensores; pero sirva para hacernos mejores personas… ¿Quién sabe?, esto de la magia siempre ha sido un misterio.

Así que aquí estoy con mi nueva varita mágica debatiéndome entre ser, ascensorista de guardia o aprendiz de brujo… a su servicio.

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Ordenar (1ª acepción)

Entre el orden y yo existe una relación dialéctica, o, por andar con menos rodeos, soy desordenado, lo confieso…

Virtuosos

Hay ascetas y músicos virtuosos ¿por qué no podemos serlo también los ascensoristas?

Solemnes promesas

Para iniciar de forma correcta el solemne acto invítese al equipo a generosa comida y bebidas espirituosas. Tras ello, y ya en distendida confraternidad, los y las ascensoristas, con la mano puesta en el pecho (propio), procederán a la renovación de sus promesas…